3+4+3, la fórmula del Urbanismo Sustentable
Tres elementos definen cuatro funciones que a su vez plantean tres exigencias
para la planificación de ciudades sustentables.
A veces parece que es reciente la preocupación por las relaciones de la
humanidad con el medio en que ella vive. Lo que ocurre es que
ahora somos todos los que sentimos inquietudes por un tema que antes solamente
era materia de especialistas. De éstos, hay antecedentes en la
historia de la antigüedad; por ejemplo, el arquitecto romano Vitruvio recomendó
dónde edificar. Pero, sobre todo hacia mediados del siglo XX, varios estudiosos
dieron los fundamentos de lo que ahora se comprueba que era tan necesario tomar
en cuenta entonces y lo es más en la actualidad.
Patrick Geddes fue el pionero; propuso en su obra
Ciudades en
Evolución (1915) que en
el Urbanismo se debe prestar atención
a tres elementos: el lugar, la actividad y la gente, con todas
las posibles interrelaciones entre ellos, considerando que la actividad es
cualquiera de las que tienen los habitantes de una ciudad; o sea,
una evidente visión de la
ecología
humana.
Con esa base, el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM, 1933)
culminó con el manifiesto conocido como la
Carta
de Atenas donde, por iniciativa de Le Corbusier, se establece
las
cuatro funciones urbanas:
habitar (por la
edificación de viviendas),
trabajar
(por los lugares para las actividades productivas, comerciales y
administrativas),
recrear
(por las instalaciones y espacios para el cultivo del cuerpo y
el espíritu: recreación activa y pasiva, educación, culto, higiene, salud) y
circular (por los espacios destinados a la vialidad, peatonal y
vehicular).
A partir de ahí, tras la Segunda Guerra
Mundial, tanto lo que debió ser rehecho como las nuevas realizaciones
urbanísticas en todo el planeta, tomaron en cuenta los planteamientos de dicha
Carta, que fueron reanimados y ampliados en la
Carta
de los Andes, que resultó de la reunión de urbanistas (1958) en
el Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento (CINVA).
La
trascendental innovación fue la definición del manejo territorial orientado por
criterios de sustentabilidad, al decir que:
“la
planificación es un proceso de ordenamiento y previsión para conseguir,
mediante la fijación de objetivos y por medio de una acción racional, la
utilización óptima de los recursos de una sociedad en una época determinada”.
Bajo este postulado fue creada la Sociedad Interamericana
de Planificación, con una fructífera actividad durante tres decenios.
Durante ese proceso,
los
urbanistas fueron paulatinamente soslayando rigideces que se le atribuyen a la Carta de Atenas,
sobre todo en los criterios de zonificación excluyente entre los diversos usos
del suelo urbano, llegando a
definir las posibilidades de algunos usos del suelo mixtos, en los que se
considere la compatibilidad ecológica urbana, en términos funcionales y
ambientales, y evidenciando que es preciso
potenciar la sustentabilidad de la sociedad. Esas definiciones
tienen como sustrato la satisfacción de
tres exigencias –asoleamiento, buena atmósfera y entorno grato–
que inspiran el emblema del Urbanismo contemporáneo:
sol, cielo y
vegetación.
Carlos Calvimontes Rojas